Había una vez una fórmula mágica...

 

Seducía a todos quienes la escuchaban.

Sonaba increíble, me encantaba repetirla en mis cursos.

Era, de hecho, un momento muy valorado.

Me demoré muchos años en darme cuenta (al menos cinco) en que, pese a ser deslumbrante, no funcionaba del todo.

Me demoré otro par en darme cuenta por qué.

 

Faltaba el ingrediente secreto.

Y lo encontré.

Ahora funciona.

 

Lo vas a empezar a pasar menos mal.

 

En todo. (fuertes declaraciones) 

 

Aquí para pasarlo menos mal en todo

 

Si haces la pega...

Porque nos condenaron al principio de los tiempos con eso de "te ganarás el pan con el sudor de tu frente".

O nos ofrecieron "el Reino", con costo similar, pero por más tiempo.

Y tiene sentido.

Hay una pega que hacer, cada día.

Y esto no es una apología a la meritocracia o al esfuerzo.

Ya tuvimos suficientes sermones cuando niños.

Pero somos adultos.

Sabemos lo que tenemos que hacer, y no lo hacemos.

 

Lo de este curso cabe en la categoría "sabemos lo que tenemos que hacer, pero no sé por qué no me funciona".

 

Y vale una ganga. 

Porque la inversión viene después, en la pega que haces cada día.

 

Y luego, bueno, ya lo dije, las cosas se ponen mejor.

 

¿Cuáles cosas?

  • La manera en cómo respondes a las situaciones, las estresantes, las incómodas. Más serenidad, más perspectiva.
  • La velocidad en la que sales del "caldo de cabeza", de la rumiacíón.
  • Las relaciones exigentes, complejas, desafiantes, como las parejas, hijos, papás, o "aquella gente" de la pega. Te afectan menos, aceptas, perdonas, surfeas.

 

¿Cómo?

Clic para hacer "esta pega", pero fácil

Llevo 51 años lidiando con personas difíciles,

siendo yo uno de los huesos más duros de roer.

La cara de contento me la he ganado.

A punta de palos, y regalos.

Grandes regalos de la vida.

Como la risa de la Ada.

La Ada era mi psicóloga. Me salvó la vida (literal) a los 26 años. Siempre se reía de las cosas que me pasaban, y de mucho de lo que me pasaba.

Y yo me reía con ella. De mis rollos, de mis enredos.

Las heridas estaban, ambos lo reconocíamos, y éramos amorosos con ellas.

Pero nos reíamos mucho.

Al final pasaba que, de solo llegar a la casa donde tenía la consulta, empezaba a reírme.

Cuando entraba a la consulta, me seguía riendo. 

Ya todo daba un poco lo mismo.

Y por lo tanto, era más fácil entrar en los temas, y aun más fácil salir de ellos.

Cero tragedias.

 

Si quieres crecer con humor, acogerte con cariño, y fluir más con la vida, incluso con las situaciones/personas que más te enervan, angustian o paralizan, repítete, como un mantram:

No eres tú, soy yo.

 

Para que te funcione, y no sea una repetición sin sentido, toma el curso.

Quiero que me funcione